Crónicas y reflexiones acerca de algunos conciertos del Primavera Sound en Barcelona, entre el 2 y 4 de Junio.
Asociado a este texto hay videos y fotos de dichos conciertos. Puedes verlas en «mis historias», «Primavera S» de Instagram (sergiogalanphoto)
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El Primavera
En cuanto le conté a Quique que me iba al Primavera me dijo que se apuntaba. Solo había un pequeño problema: Pese a que faltaba un año, las entradas se habían agotado en horas y si yo no le había avisado antes fue porque pensaba que no se vendría. Le estuve dando vueltas todo el día, realmente compungido por mi omisión. Esa misma noche le escribí un mensajito diciendo algo así: “He mirado en la web y hay una especie de lista de espera. ¿Y si te apuntas y la suerte decide si vienes o no?”
Se apuntó y un mes después, salió cara.
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Les Savy Fav
Siempre “hago los deberes” cuando voy a un festival (escucho el trabajo de todos los grupos del cartel y después profundizo en los más afines). Descubrí que en mi lista de “me gusta” de Spoty ya tenía una canción de “Les Savy Fav”. Es decir, que ya habíamos sido presentados aunque yo no recordara cuándo.
Para mí cada estilo de música es un idioma; o lo entiendes o no. Se puede aprender, pero si lo llevas de serie, estableces un diálogo inmediato con quien toca y con quien siente de la misma forma que tú esa música. Cada grupo habla un dialecto; y Les Savy Fav y yo hablábamos el mismo.
No tardé en darme cuenta de que se trataba de un grupo que llegaba a mi vida para quedarse. Los he escuchado tanto estos últimos meses que he descuidado los deberes de otros grupos. Se convirtieron en un grupo prioritario en mi selección del festival; tanto, que incluso renuncié a Kim Gordon (Sonic Youth) para verlos a ellos. Perdóname Kim porque te he sido infiel, aunque te sigo amando.
La casualidad y la organización del Primavera quisieron que nuestro primer concierto fuera precisamente el suyo. Era la tarde del primer día y sin apenas haber aterrizado mentalmente, nos descubrimos, tan solo veinte minutos después de que nos pusieran la pulserita, en primera fila asistiendo a las pruebas de sonido de Les Savy Fav; faltaba una hora para el concierto y aún no me creía que estuviera allí.
Se trata de un grupo con grandes contrastes; durante las pruebas de sonido son gente seria y tranquila, de perfil bajo. Sin embargo su directo es intenso, estridente y no te deja indiferente. Esa discrepancia parte del choque entre la sobriedad del batería, bajista y guitarristas, por un lado, y la personalidad escénica antagónica del cantante, por el otro; porque Tim Harrington es todo un personaje.
Me llamó la atención que durante las pruebas de sonido, todos los del grupo no dejaban de hacerse selfies y fotos entre ellos mientras afinaban y probaban; como si fuera su primera gran actuación.
Debo confesar que sentía cierto nerviosismo mientras esperaba a que empezara el concierto. Eran nervios buenos, de los de ilusión; aunque también con cierto temor a haber generado muchas expectativas. Vamos, como si tuviera una cita.
Por fin, salieron al escenario y tuve la sensación de que el recibimiento del público no fue especialmente cálido; y no es criticable, ya que Les Savy Fav nunca ha sido un grupo mediático y su último trabajo tiene más de diez años. Se puede decir que se colaron en el Primavera por la puerta de atrás. Creo que por ese motivo la mayoría del público no los conocía y, desde luego, no esperaban lo que vivimos a continuación.
Se hizo un silencio expectante. El cantante se acercó al micro y nos miró con esa expresión tan peculiar, un poco ida. Y, de repente, la primera nota del concierto no es de la batería, ni del bajo, no es un acorde de guitarra mantenido… no, es la voz del cantante gritando:
“What holds you up
When the earth lets you down?
What holds you up
When gravity’s corrupted?”
(mi canción preferida, “Hide me from next February”, de un EP de 2000)
Y entonces, la locura.
En ese instante me sentí como si hubiera ido con la idea de correr una maratón de tres días y de repente me tocara correr los cien metros lisos en menos de diez segundos. Y ahí estábamos, Quique, con su lesión del basket de tres días antes, y yo, con mis gemelos del 2022, que parecen un saldo del mercado del Cabanyal, dándolo todo, de cero a cien en una sola canción, como si fueran a clausurar el Primavera si nos reservábamos algo.
Esta primera canción fue la única canción en la que el cantante estuvo más tiempo en el escenario que a pie de pista entre el público.
Nunca he visto (y dudo que pueda ver) interactuar más a un cantante con el público. Se iba de un extremo a otro de la pista, arrastrando decenas de metros de cable del micro. Siempre rodeado de gente, surfeando encima de una mesa sobre el público, con infinitos cortes de sonido porque se desconectaba el micrófono, con la cara roja de calor y esfuerzo físico, perdiendo por momentos parte de la ropa y arrancándose el resto hasta la casi total desnudez. Una de las veces que estuvo frente a mí, arriba, cantando desafinado y jaleado por la multitud, mientras con mi brazo le sujetaba por la cintura para que no cayera, tuve un momento de abstracción y pensé que era el mismísimo Nerón reencarnado incendiando el Primavera con su desinhibición. Creo que nadie de los que fuimos se quedó sin la oportunidad de tocarlo, cargarlo en hombros, cantar con él o, y esto es literal, beber vino directamente desde sus labios (por fortuna no fue mi caso).
Debo confesar que en un momento dado sentí que era un show excesivo; que incluso distraía de su música. Pensé que Seth Jabour, Syd Butler, Harrison Haynes y Andrew Reuland eran realmente buenos y no merecían quedar eclipsados por el histrionismo de Harrintong. También pensé que Tim Harrington canta increíble y que su voz tiene tanta personalidad que debería ser escuchada sin ser visto. En la parte final del concierto le di la espalda al vocalista que seguía entre el público y me puse a bailar frente a ellos, mirando hacia el escenario, a modo de reconocimiento personal.
Cuando acabó el concierto Quique me comentó que se sentía como si saliera de un examen y lo hubiera pasado con nota, y que desde ese instante podíamos relajarnos y disfrutar del resto de festival, ya sin ninguna presión de expectativas. Y exactamente eso es lo que ocurrió; gracias a empezar por todo lo alto con Les Savy Fav.
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Os dejo un enlace a una lista de mi Spoty con mis canciones preferidas de Les Savy Fav

El helado
Fui al Primavera del 17 por los Arcade Fire; allí conocí a Metronomy y me enamoré de los Black Angels. Pero no voy a daros también la paliza con los grupos de ese año, bastante os pienso mortificar con los de este. Aquella vez fui solo y no lo disfruté ni la mitad. Como le dije a Quique al volver, este ha sido el mejor festival de mi vida y ha sido gracias a él.
Pero si hay una cosa que he echado de menos de aquel Primavera es… mi heladito de café. No me preguntéis por qué, pero ese fue el año en que me enganché al helado de café y fue en el dichoso Primavera.
Recuerdo que había solo una furgo con helados en todo el festival y estaba estratégicamente situada delante de mi escenario fetiche. Todos los días, nada más entrar por la tarde, me iba directo a por un helado; después de cenar caía otro y a media noche, ¿por qué no? Pues un tercero..
No me importa admitir que soy un raro para las comidas (y para muchas otras cosas). Cuando voy a una heladería me sobran el 98% de sabores: quiero café, acepto limón como premio de consolación y si no, no tomo ninguno. Las veces que no tienen los míos y acabo eligiendo otro sabor, tal vez porque voy con alguien y el helado forma parte del ritual social, tengo asumido que debo bajar por completo las expectativas.
Imagina que eres un heladero muy majo y que tres veces al día viene un tipo que solo se lleva un helado de café (e insisto que de solo café, nada de dos sabores ni inventos raros); y eso ocurre de forma regular durante tres días seguidos… pues sucede que acabas estableciendo un vínculo de simpatía con el personaje del café. Tampoco es que tuviéramos largas conversaciones porque el señor estaba trabajando, pero sí que descubrimos cierta afinidad por grupos míticos, como los Stooges, los Sex Pistols o los Clash (mis grupos punk de referencia).
Recuerdo que durante el último día ya no reponían sabores y conforme se agotaban existencias se iban tachando los nombres de la pizarra. Ya por la noche, cuando fui a por mi último helado vi en la pizarra que el de café estaba tachado. Lógicamente me quedé en la cola dispuesto a pedir otro sabor, simplemente para despedirme del señor. Llegué y le pregunté, con mi escepticismo habitual, qué sabor me recomendaba de los que le quedaban. Puso cara pensativa y me sonrió de oreja a oreja: te recomiendo el de café, me dijo; me había guardado el último y, además, me invitó.
Son esos pequeños momentos en los que vuelvo a creer en el ser humano.
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Dilemas existenciales
Nada más salir del intenso concierto de Les Savy Fav fuimos corriendo hacia el de Dinosaur Jr pero había tantísima gente que ni siquiera pudimos acceder a la parte final de la pista; teníamos las mismas opciones de verlo que si nos hubiéramos quedado en Valencia.
Decidimos hidratarnos y cenar algo. Nos había quedado claro que con tanta gente no podríamos ver ni tan solo la mitad de los conciertos que habíamos considerado fundamentales; así que tras reflexionar un rato, decidimos cambiar de estrategia: Calidad frente a cantidad. Apostaríamos fuerte por unos pocos grupos y ni siquiera intentaríamos llegar a los otros. Elegir es renunciar. La vida es elegir y por tanto renunciar; y los festivales son una metáfora de la vida.
Les Savy Fav nos había dejado tan buen sabor de boca que había mitigado en parte la mala noticia del día: cuando todavía estábamos en el bus de camino a Barcelona se había hecho oficial que Strokes cancelaban su concierto del día siguiente por enfermedad. Era una decepción importante pero no pensábamos dejar que ensombreciera el resto del festival.
Una vez revisado todo el programa del día aplicando el nuevo criterio, acordamos que nuestra gran apuesta de este primer día iba a ser Pavement y Tame Impala.
La organización había puesto los dos escenarios principales uno junto al otro y con la misma orientación. Con esta disposición resultaba que mientras estabas en un escenario, tan solo con mirar hacia el lado podías ver como estaban montando el siguiente concierto en el otro escenario. Eso también implicaba que, con tanta gente, si querías estar bien situado, tenías que tomar posiciones durante el concierto previo al que querías disfrutar, unas dos horas antes, ya que luego era casi imposible entrar.
Como para nosotros estar en las primeras filas era una condición innegociable, si decidíamos situarnos en medio, entre ambos escenarios, no podríamos disfrutar bien de ninguno de los dos. Una vez más teníamos que elegir; y decidimos ver muy bien Pavement y menos bien a Tame Impala.
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Tame Impala
Que no viéramos el concierto de Tame Impala desde una situación óptima no nos impidió disfrutarlo. Yo los había visto una vez, en el BBK del 16, desde lejos, y ya entonces me parecieron un grupo especial. Quizás no los escuche cada semana pero tienen varias canciones que me insuflan energía muy positiva.
Durante toda su actuación transmitieron muy buen rollo. No dejaban de compartir con nosotros la ilusión que les hacía estar allí, actuando de nuevo ante tanta gente (varias decenas de miles con toda seguridad) y volviendo a sentirse artistas tras estos años tan duros.
El momentazo de su actuación ocurrió hacia el final. En estos festivales, incluso cuando se trata de bandas top como los australianos, el tiempo está muy acotado y la organización es bastante estricta, sin permitir que los grupos se tomen grandes licencias. Me puedo imaginar que para una banda que tiene una discografía tan extensa, elegir qué canciones van a tocar y cuáles se quedarán para otra ocasión, no debe de ser nada fácil.
En esto que llega la penúltima canción, momento cumbre del concierto y el cantante, Kevin Parker, se dirige al público: “Queremos haceros un regalo. Esto es para vosotros…” y cuando todo el mundo espera una de sus canciones más reconocidas… nos sorprenden tocando una cover brutal del “Last nite” de los Strokes. Ese fue el momento en el que a mí me ganaron para siempre.
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Cinco canciones que me gustan de Tame Impala

Pavement
Pavement era una de las causas de que yo estuviera en el Primavera. Se trata de un grupo mítico, historia de la música, referencia de toda una generación e inspiración de tantos y tantos grupos actuales. Como los hacía retirados desde finales de los noventa me sorprendió mucho cuando hace un par de años aparecieron de cabeza de cartel del Primavera. Parece ser que habían estado apartados de los escenarios todo este tiempo y que volvían tras veinte años de silencio; pero una pandemia retrasó el tan esperado retorno… hasta esa noche.
Para mí los Pavement son algo más que su música. Para mí son los recuerdos de toda una época. Pavement es ese vinilo, recién estrenado, que le regalamos a Fernando en su vigésimo nosecuántos cumpleaños. También son esos acordes desafinados e imposibles, que intentaba imitar con mi guitarra eléctrica cuando flirteaba sin éxito con la idea de montar, junto con mis amigos, una banda. Pavement es, sobre todo, parte de la banda sonora de muchas noches de fiesta con ellos; horas de coche sonando junto a los Pixies, Sonic Youth, los Smashing, System of a Down, Jane’s Adiction, Mano negra y Extremoduro, las Breeders y Elástica, los Red Hot y Muse, los Dandy Warhols y Radiohead entre tantos y tantos otros; himnos de guerra mientras íbamos y veníamos de “Trailer” hablando de amores soñados y no correspondidos y de partidos de fútbol que había que jugar al día siguiente, sin apenas haber dormido, en urbanizaciones vecinas a la nuestra.
Su actuación superó mis expectativas y eso que eran altas. En la tercera canción ya era consciente de que estaba asistiendo, probablemente, al concierto más redondo del festival.
Tocaron todo su repertorio sin descanso, sin paradas, sin perder el tiempo en contar historias. La música sonaba excelente y la puesta en escena era impecable, con audiovisuales llamativos que no distraían del foco principal que eran ellos y su música. Un espectáculo sobrio y al mismo tiempo embriagador.
Tuvimos la suerte de estar justo delante de Stephen Malkmus, cantante, guitarrista principal y alma mater del grupo; y fue increíble verle tocar. Una tras otra, una procesión infinita de guitarras con diferentes afinaciones iba y venía desde el backstage a sus manos para dar el sonido exacto a cada nueva canción. He tenido la suerte de ver a grandes guitarristas en directo. Seguramente seré injusto por lo que voy a decir, pero la memoria ahora mismo me trae varios nombres por encima de los demás y Malkmus es uno de ellos; los otros son Jack White, J Mascis (Dinosaur Jr), Clementine Creevy (Cherry Galtzerr) y Matt Bellamy (Muse).
Malkmus, además, y pese a la intensidad y exigencia del largo concierto, logró mantener su voz de principio a fin. Creo que su característico estilo de canto desafinado le ayudó mucho a que las canciones sonaran como antaño.
Me sorprendió muchísimo ver a gente muy joven cantar sus canciones y conocer todas sus letras (mejor que yo). Me imagino que un grupo se puede considerar historia de la música cuando trasciende incluso las barreras generacionales.
En algún momento tuve la sensación de que Malkmus iba por un lado y en el otro estaba el resto del grupo. En cierta forma su enorme talento eclipsaba a los demás. Pero parecía asumido por todos y noté buena sintonía en el grupo.
Entre los otros miembros del grupo tengo que destacar a Bob Nastanovich, todo un personaje. Lucía una camiseta que ponía en castellano “Huelga”. Su papel en el grupo era misceláneo: igual hacía los coros, que tocaba cierta percusión (no la batería principal) o la pandereta. Era la persona que recorría el escenario animando a todo el mundo y el que descendía para interactuar con el público. Transmitía calidez y cercanía. Era ese tipo que siempre te arranca una sonrisa y con el que te irías de cena sin dudarlo.
Lo curioso es que volvimos a ver a Nastanovich después de ese concierto: fue otro día y en otro contexto; pero esa es una historia diferente.
Recuerdo que nos dejó tan buena sensación este concierto que no necesitamos ver nada más aquella noche; así que volvimos exhaustos pero realizados hacia el hotel. Llegar fue otra odisea, ya que con todos los medios de transporte desbordados de gente, nuestra horita caminando no nos la iba a perdonar nadie.
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Diez que te recomiendo de Pavement

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Pad Thai
Igual que no tardamos en darnos cuenta de cómo funcionar dentro del festival, tampoco nos costó ni cinco minutos saber cómo íbamos a manejarnos fuera.
Ni Quique ni yo teníamos necesidad de recorrer la ciudad, en parte porque ambos habíamos estado ya muchas veces en Barcelona y en parte porque nuestra razón de ser era disfrutar al máximo del festival. Por ese motivo se instauró de forma tácita un plan de recuperación entre sesiones que consistía en lo siguiente:
Desayuno relajado en una cafetería cercana; mañana de estiramientos y piscina en la terraza del hotel, disfrutando de increíbles vistas de la Ciudad Condal, para, a continuación, comer temprano por los alrededores, con la promesa de una minisiesta reparadora que nunca llegábamos a cumplir a causa de que algún grupo que queríamos ver tocaba a las cinco. De esta forma, nuestra jornada laboral festivalera era de más de doce horas: salíamos a las cuatro del hotel y volvíamos, tiesos, a eso de las cinco.
Imagino que cuando viajas a otra ciudad es frecuente señalarte sitios que quieres visitar: museos, librerías, exposiciones, ciertas tiendas, etc. En mi caso, si hay algo que nunca falta es la búsqueda en Google con la consiguiente lista de… restaurantes tailandeses. Créeme porque es cierto.
Tuve la fortuna de que a Quique no le importara comer thai. Además, quiso la suerte que tuviéramos un restaurante tailandés auténtico, con una comida espectacular, a tan solo cinco minutos andando del hotel.
Recuerdo con especial cariño los Pad Thai de langostino y el curry rojo con sepia, responsables de que repitiéramos sitio dos días seguidos. Se trataba de un negocio local, dirigido por un matrimonio tailandés; él era serio y algo seco; ella simpática y no hablaba ni jota de castellano. Tenía un punto surrealista conversarle en inglés estando en el mercado del Clot. Me llamó la atención que se interesara por si en Valencia había muchos restaurantes tailandeses. Le expliqué lo mucho que escasean por estos lares e intenté convencerla, sin éxito, para que se vinieran aquí a montar uno. No descarto intentarlo de nuevo la próxima vez que vaya.
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Chaqueta de chándal
En mi opinión, admito que controvertida, muchos de los grupos de lo que se ha llamado «Indie español» son versiones con mayor o menor acierto de Vetusta o Los Planetas. De la misma forma que creo que, en general, las bandas tienen en la actualidad mejor formación musical que hace cuarenta años, también pienso que muchos de ellos han dado la espalda a la creatividad y se han conformado con interpretar música que funciona comercialmente. No es el caso de Chaqueta de Chándal.
Me siento atraído por los grupos que, como ellos, se arriesgan y creen en lo que hacen, aunque sepan que ese camino nunca les conducirá a salir en letras grandes en el cartel de ciertos festivales (por fortuna).
A este trío (vocal-teclado, batería y guitarrista) se les nota tablas y recorrido en el mundo de la música.
Estoy seguro de que los Chaqueta y yo tenemos varios amigos en común y apostaría a que los Dandy Warhols son uno de ellos.
Confieso que cuando fui a verlos en Valencia el año pasado lo hice porque conocía (y me encantaba) una sola de sus canciones (Amigo del mal). Al saber que venían a mi ciudad profundicé en su música y descubrí un estilo inesperado y letras llenas de sátira y crítica social. Su música es buena y su contenido merece ser escuchado.
Recuerdo ese concierto de la Pérgola, un sábado por la mañana, a pleno sol y sentado en una silla de plástico (recordad la tristeza de los conciertos en el acmé de la pandemia). Para entonces ya me había enganchado a otra canción, por encima incluso del “Amigo del mal”: Para mí esos dos minutos y medio finales de “La insoportable levedad del ser rico” son brutales. Recuerdo cuando escuché esa canción en directo; cuánto me emocionó y cómo tuve que reprimirme para no dar saltos mientras seguía atado a esa puta silla de plástico.
Si solo tenéis tiempo y paciencia para escuchar una de sus canciones, que sea esta.
Tras el concierto de Valencia estuve hablando unos minutos con el cantante, Guillem Caballero, y me pareció un tío súper majo.
Una cosa que caracteriza su espectáculo es que, entre canciones, Guillem suele hacer reflexiones en voz alta en las que siempre, y de manera en apariencia casual, se acaba metiendo en algún que otro jardín… se trata de monólogos llenos de sarcasmo y humor inteligente. Me encanta.
Si tenéis ocasión, no dejéis de verlos en directo.
Con estos antecedentes no me costó convencer a Quique y nos plantamos a las cinco en su concierto. No podíamos haber elegido mejor forma de empezar nuestro segundo día en el Primavera.
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5 canciones de Chaqueta de chándal

Fontaines DC
Fontaines D.C. era otra de mis grandes apuestas en el festival. Iban a venir hace varios años a Valencia pero, como tantos otros, acabaron cancelando. Desde entonces han crecido mucho; han madurado musicalmente y sus letras son mucho más profundas. Me parece que en este momento son, de todos los grupos británicos emergentes, los que más proyección tienen. Tengo la sensación de que en no mucho tiempo estarán en letras grandes en los carteles de los festivales. Por ese motivo renunciamos a Tropical Fuck Storm, un grupo australiano que me fascina y decidimos ir a ver Fontaines.
Cogimos sitio pronto para estar delante. En un grupo británico intenso, como es el caso de estos chicos irlandeses, estar delante es sinónimo de empujones, pogos y pisotones. Nos encomendamos a nuestros dioses y nos posicionamos allí. Ni que decir tiene que no acabamos el concierto donde lo habíamos empezado porque no se puede luchar contra la marea del Mar del Norte …
Llamaba la atención que al igual que en el resto de grupos británicos que presenciamos, en varias ocasiones se repetió un cántico generalizado, tanto en los artistas como entre el público: Fuck the Queen!
Parece ser que el 2 de Junio se celebraba en Inglaterra el segundo cumpleaños de la Reina (el oficial, ya que parece que el primero, el real, es en Abril). Es la ceremonia llamada “Trooping the Colour” (en referencia a los colores de la bandera) y es motivo de protesta, coreando ese lema, por parte de todos los antimonárquicos.
Fontaines DC tocó a las ocho en uno de los escenarios principales y estaba abarrotado. Aún no había salido el cantante y ya estábamos siendo empujados. Apenas cantó la primera frase cuando se montaron los primeros pogos. De vez en cuando alguien que venía «crowdsurfeando» pasaba por encima de nuestras cabezas; es decir, lo que viene siendo un típico concierto británico. Con este comienzo tan intenso pensé que no podríamos disfrutar el espectáculo; sin embargo, nos fuimos desplazando hacia la derecha y adelante y, frente a todo pronóstico, tuvimos un concierto (relativamente) tranquilo.
Musicalmente fue magnífico. Tienen un directo enérgico y redondo. El cantante salió pasadísimo, al igual que uno de los guitarristas, Carlos O’Connell, quien por cierto es madrileño; pero, con todo, la actuación que ofrecieron fue impecable.
Vivimos una escena peculiar cuando una chica, muy cerca de mí, les lanzó al escenario un vinilo de su último trabajo para que se lo firmaran. El cantante, Grian Chatten, se agachó a recogerlo y lo guardó allí mismo, a sus pies. Cuando empezaba la última canción lo abrió y no tuvo ningún problema en firmarlo, en medio de la actuación; y una vez acabada, lo lanzó de vuelta hacia la chica. El vinilo llegó, firmado e intacto; y la chica se fue más contenta que unas Pascuas.
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5 canciones para descubrir a Fontaines D.C.

The National
Al cancelar Strokes decidimos apostar por The National como plato principal de la noche. Fue nuestro principal error del festival. Las primeras cuatro canciones me resultaron emotivas pero luego la actuación decayó hasta sumirme en un estado de indiferencia. En mi opinión, generar indiferencia es una de las peores cosas que le puede ocurrir a un artista, y tal vez a cualquier persona.
No creo que fallaran los músicos de The National, que son buenos; de hecho, los gemelos guitarristas me parecieron soberbios. Estoy convencido de que el responsable del gatillazo musical fue el cantante, Matt Berninger; porque que se quedara sin voz es algo que le pasa a cualquiera, pero que levantara un muro de hielo entre él y su público es otra historia. Me transmitió distancia.
Estos días he revisado un poco la historia del grupo. Estaba convencido de que eran noruegos y resulta que son estadounidenses, incluido el cantante. Pido perdón a los noruegos por adjudicarles la frialdad de Berninger.
Al día siguiente, mientras disfrutábamos unos deliciosos Poh pia, Quique comentó que para él, incluso los contados instantes en que el cantante dejaba de hacer la estatua no eran fruto de la espontaneidad, sino una serie de gestos estudiados y seguramente practicados, que resultaban tan artificiales y forzados, que no conseguían transmitir que tras ellos había un ser de sangre caliente. Bajonazo total.
Esa misma noche, cuando volvíamos hacia el hotel, por una vez en tranvía, unas chicas enlatadas junto a nosotros parodiaban esta actuación y coincidían con nuestras sensaciones…
No es que fueran uno de mis grupos referencia, pero desde ese directo he dejado de creer en su música.
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Beck
Beck había actuado antes que ellos y lo vimos mal posicionados para poder asistir al concierto de The National en primera fila. Craso error, porque Beck resultó ser justo su antítesis.
Se trata de un artista versátil y honesto, que toca todos los estilos y que vive el espectáculo de forma intensa, dando todo lo que lleva dentro y sin reservarse nada; La alegría que transmite invita a que te unas a él y su entrega te impide rechazarlo. Además, tiene un punto de humildad sincera y entrañable: solo le faltó llorar de agradecimiento por que le hubieran llamado para actuar en el Primavera. Me entraron ganas de adoptarlo. Pese a verlo de lejos y de lado, lo bailé a tope y me divirtió infinitamente más que el triste de The National.
Como muestra de su personalidad os contaré un detalle: Al final del show, cuando se puso a cantar la última canción, la archi famosa “Loser”, todo el mundo nos volvimos locos cantándola con él; pero Beck no se circunscribió a recorrer solo su escenario, sino que vino también hacia el de al lado, donde estaban montando el concierto de después, el escenario frente al que estábamos miles de personas que habíamos antepuesto el concierto de The National al suyo. Una vez allí, se quedó cantando y bailando con nosotros el “Loser”. Ese detalle no se lo vi hacer a nadie más en todo el Primavera. Grande Beck!
El panorama musical después de The National no invitaba al optimismo; pero, como siempre, la vida se guardaba la última palabra y nos regaló una agradable sorpresa. Aunque esa historia me vais a permitir que me la guarde para la próxima entrega.
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5 canciones de Beck

Mogwai
Puesto que The National nos había impedido llegar a tiempo de King Gizzard, las opciones que nos quedaban para acabar la noche no eran demasiado ilusionantes.
Tras serias dudas, decidimos probar suerte con un grupo que desconocíamos, Mogwai, unos escoceses con bastante recorrido pero nada mediáticos. Les habían llamado de un día para otro debido a la cancelación de Strokes. En Spotify, en una inspección fugaz de cuatro minutos saltando de canción en canción, y con el ruido de fondo de otro concierto en marcha, no me dieron la sensación de ser un grupo especial. Pero como tampoco suponía tener que renunciar a nada interesante, decidimos darle una oportunidad a su directo.
Llegamos cuando apenas había público y los músicos estaban realizando las pruebas de sonido.
Había un detalle que llamaba la atención desde el primer momento; en el backstage había un hombre grandote y de cara afable que iba dando abrazos de oso a algunos de los miembros de la banda. Se notaba con claridad que era el reencuentro entre viejos conocidos. Otros miembros de la banda le eran presentados y se notaba por su actitud que era cálido en la bienvenida.
Poco a poco fue llegando gente, y sin estar apretados en ningún momento, sí que percibimos que la pista se iba llenando.
Se apagaron las luces. Cuando todos esperábamos ver salir a la banda, de forma claramente improvisada salió al escenario el señor grandote del backstage. Se encendió un único foco que empezó a seguirle en su camino hacia el micro. Siempre sin perder la sonrisa y en tono jovial, como si estuviera en la jam del pub del barrio, dirigió unas palabras de presentación de la banda que iba a actuar. En ese momento los más cercanos del público reaccionaron con más intensidad de lo esperable, saltando, aplaudiendo y silbando… pero no a la banda, sino a él. Fue entonces cuando Quique se giró y me dijo que era Bob Nastanovich, el percusionista de Pavement.
Si Nastanovich te recomienda un grupo, pensé, hay que tomárselo en serio.
De hecho, no solo los presentó, sino que se quedó toda la actuación viéndola desde el backstage lateral, y en muchas ocasiones grabando con su móvil.
Se trataba de una banda prácticamente instrumental, de músicos sobrios y sin extravagancias: Un bajo, un batería y tres guitarras, de los cuales a veces uno, y en ocasiones dos, abandonaban la guitarra y se ponían a los teclados. Alguna canción la interpretaban sin teclado pero con tres guitarras al unísono; y sonaban de forma espectacular.
Mogwai fue mi gran sorpresa del festival. Cuando un grupo del que no conoces ni una sola canción consigue ponerte los pelos de punta, se llama magia. Justo ahora, mientras escribo estas palabras, los estoy escuchando. Debo reconocer que en Spotify son un grupo que suena bien pero sin más; Sin embargo en directo, son increíbles. No te dejes engañar por los quince segundos de sonidos saturados que subiré luego a Instagram, grabados con un móvil reventado por los graves. Te lo aseguro, en directo son impresionantes.
Hicieron que nuestra sensación al salir esa noche camino del hotel cambiara por completo y nos lleváramos un gran sabor de boca.
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Conoce a Mogwai en cinco canciones

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Porridge Radio
En el concierto de Metronomy del 5 de Marzo en la sala Moon le dije a Quique que no se perdiera a un grupo que tocaba en nuestro Primavera: Porridge Radio. Yo escuchaba en bucle desde hacía días “Sweet”, una canción que me parece perfecta.
Porridge Radio tiene un perfil algo distinto al resto de grupos que he ido recomendado hasta ahora. Es similar a otros grupos británicos en cuanto a concepto musical, pero creo que el factor diferencial que le da un plus es su cantante, guitarrista y líder del grupo, Dana Margolin, que es voz, talento y emoción en estado puro.
Llegamos un rato antes y recuerdo que me sorprendió ver en el escenario solo una guitarra y un micro; ni había batería, ni bajo, ni otros micrófonos. Parece ser que Margolin había tenido la mala suerte de ser la única de las cuatro integrantes de la banda que no tuvo problemas de pasaporte. De esta forma, a las 5 de la tarde de nuestro último día del Primavera se presentó ella sola; arropada tan solo por su guitarra eléctrica, su portentosa voz y una infusión que bebía entre canciones. Me he dado cuenta de que me estoy aficionando a grabar la salida de las bandas al escenario y el principio de las canciones con las que abren el concierto. Mi intención con Dana era la de grabar solo alrededor de un minuto. Sin embargo, cuando empezó a cantar sentí el torrente de emoción que emanaba de su voz y, simplemente, no pude dejar de grabar. Grabé esa primera canción al completo, durante más de cinco minutos; algo que no hago nunca.
Mi amiga Luz tiene formación además de pasión por la música. Tenemos conversaciones musicales muy instructivas para mí. Cuando le conté cuánto me había impactado el concierto de Porridge Radio, quiso escuchar esa canción que había grabado entera.
“Estas voces son diferentes y se quedan en la música underground porque no casan con lo políticamente establecido, ni con los ortodoxos musicales y ni siquiera con la propia industria musical” me dijo, además “… su voz es cruda, disonante y mezzosoprano (ya sabes lo que es…más grave que el registro que suelen tener las mujeres). Soy fan de las voces graves en las mujeres”. Yo también soy fan de esas voces.
Aquella tarde, Dana Margolin improvisó durante cuarenta y cinco minutos y ante no más de 300 personas, lo que no fue un concierto, sino un regalo único e inesperado.
Su concierto inédito, prácticamente a capella y con una simple guitarra eléctrica fue desgarrador y emocionante, de los de nudo en la garganta. Algo irrepetible.
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Puedes ver esta primera canción entera porque la he subido a YouTube
También te propongo estas cinco canciones de Porridge Radio

Les Amazones d’Afrique
Si fuimos a ver a Les Amazones d’Afrique fue por recomendación de Yolanda. Con toda probabilidad, Yolanda es, de entre mis conocidos, quien más grupos nuevos conoce. Creo que no hay semana que no asista a ver algún concierto en una sala pequeña. Hace unos años se ganó de forma definitiva mi respeto musical cuando supe que era la única persona que conocía que había estado en un concierto de Protomartyr (mi grupo más escuchado de los últimos cuatro años).
Cuando llegamos a su concierto eran las seis de la tarde, caía un sol de justicia y acababan de empezar sin esperarnos. Disfrutamos de forma relajada las primeras canciones desde el final de la pista, bajo la complicidad de la sombra y la promesa de una bebida refrescante.
En realidad Les Amazones es un grupo mucho más interesante de lo que parece. Su ritmo alegre, esencia africana por los cuatro costados, te contagia alegría y te incita a bailar con naturalidad y sin complejos. Pero son más que un grupo de cantantes, bailarinas y percusionistas; su música trasciende lo meramente artístico.
Este grupo que se formó hace menos de una década está integrado por varias chicas procedentes de la cuna del “Vudú”, de los países de Mali, Benín y Burkina Faso. El motivo por el que crearon la banda iba más allá de lo musical. Según leí en una entrevista a Fafa Ruffino, el grupo surgió para «denunciar la situación de la mujer en el mundo, incluida Europa, desde la violencia psicológica a las agresiones y las violaciones». Afirmaba Ruffino que «De eso va nuestra música»…»se dirige sobre todo a las chicas, la generación joven, que es la que debe cambiar las cosas».
De hecho, el nombre del grupo se inspira en las “Amazonas de Dahomey” que es como se conocía a las mujeres soldado que integraban un regimiento militar exclusivamente femenino que existió en el Reino de Dahomey (actual Benín) durante los siglos XVIII y XIX.
Para mí el contexto es importante, pero lo que define que un grupo me haga volver a escucharlo es si su música me llega o no. Primero es la música y luego los aditivos. Y si la música no me entra, ya pueden tener el Nobel de la Paz, que no les dedico demasiado tiempo. Lo cierto es que como banda tienen una propuesta musical muy interesante. Ese ritmo mestizo poco clasificable, de base electrónica pero con profundas raíces africanas me parece muy seductor.
Os invito a escuchar la Playlist de 5 canciones suyas que pondré al final y ya me diréis.
Cuando ya nos habíamos hidratado suficiente, empezamos a sentirnos atrapados por la llamada incitadora de su música. De forma inconsciente nos fuimos acercando al escenario. Hasta ese momento, el espectáculo discurría con normalidad, como un simple concierto festivo de música vitalista y desenfadada.
Recuerdo que hacia la mitad de la actuación, las cantantes nos invitaron a agacharnos mientras ellas seguían cantando. Tras algo más de un minuto con todo el mundo arrodillado y mientras la música se iba animando in crescendo … dieron la señal y se desató la euforia, un estallido de baile y alegría que contagió con su frenesí a todo el mundo.
Ahora, a posteriori, creo que ese momento fue el punto de inflexión que cambió el concierto; porque lo cierto es que, a partir de ese instante mágico, se produjo una asombrosa comunión entre público y artistas que nos arrastró a todos a bailar poseídos por el espíritu del vudú, al son de ritmos africanos, sudando a mares y con sonrisas contagiosas de oreja a oreja.
Lo que había empezado como un concierto minoritario de tarde acabó siendo una gran fiesta a la que se había ido agregando gente, reclutada por las buenas vibraciones. Fue, sin duda, el momento más divertido de todo el festival.
Cuando se despidieron, se llevaron una enorme ovación que dudo mucho que ellas esperaran. De hecho, incluso les tocó salir de nuevo al escenario, algo azoradas, para recibir otro gran aplauso.
La relación entre música, baile y África es muy especial. Dejadme que os cuente una historia.
Recuerdo que hace unos años, en una soleada mañana de Septiembre íbamos por una carretera de Madagascar cuando nos detuvimos a un lado al ver lo que parecía una ruidosa fiesta. Un grupo bastante numeroso de gente local, vestidos con sus mejores galas, bailaba frenética al son de trompetas y tambores, como si fuera la charanga más animada del planeta. Era una exuberante explosión de color y alegría.
En realidad se trataba de un funeral. Si no has estado en un funeral malgache no sabes lo que es una fiesta.
Hablamos con una de las hijas de la señora fallecida y en principio era algo reticente a que estuviéramos allí un grupo de extranjeros, aunque fuéramos pocos. Entonces otra de las hijas se acercó bailando a Marga, una señora del grupo que rozaba los sesenta, y la invitó a unirse al baile. Marga se lanzó a bailar frente a ella como si hubiera sido poseída por un espíritu isleño, moviéndose de la forma y con la energía de los locales. Me quedé bastante sorprendido por la escena, la verdad. Se notaba que intentaba imitar el peculiar estilo de baile de los lugareños y, salvando mucho (pero que mucho) las distancias, ofrecía una versión digna. El caso es que nos invitaron a quedarnos un rato con ellas y nos explicaron algunas de sus costumbres. No voy a hablaros de los ritos funerarios malgaches, fascinantes por otra parte, pero sí de algo que me confió luego Marga. Resulta que Marga era una viajera con mucho recorrido por el mundo en general y por este increíble continente en concreto. Me contó que “en África, el único modo que tienes de cruzar la barrera que te separa de la gente es a través del baile. Para un africano, la música y el baile son fundamentales. Si quieres que te abran la puerta de su mundo, debes bailar con ellos, y tienes que hacerlo desde el corazón.” Esas palabras me quedaron grabadas.
Unos años después visité diferentes regiones de Etiopía. Hay más de cincuenta etnias diferentes en este bellísimo país y tienen entre ellas más diferencias culturales y físicas de las que existen entre un noruego y un griego. Pero allá donde fuéramos, siempre acabábamos cantando y bailando con los lugareños. Y en esos instantes mágicos de tambores y saltos junto a ellos, percibías que algo en su mirada había cambiado.
Ya en Addis Abeba, la capital del país, salimos a cenar a un restaurante local, donde además de la gastronomía del país, ofrecían espectáculos de música y danzas típicas. Era un local grande con decenas de mesas, ocupadas por gente etíope en su mayoría (la nuestra era la excepción). A lo largo de la cena, diferentes compañías de danza subían al escenario y bailaban al estilo característico etíope (movimientos inverosímiles de cuello y hombros). Eran continuas las incursiones de bailarines y cantantes entre las mesas de los comensales para sacarlos a bailar. Unas veces los invitaban a subir al escenario y en otras tan solo se ponían a bailar con ellos alrededor de las mesas donde estaban cenando con sus amigos. Y sí, por supuesto que nos sacaron a bailar, como no podía ser de otra forma; bajo la atenta mirada de todo el mundo. Sin presión. Y desde luego, ofrecimos nuestra mejor versión de sus bailes imposibles, y lo hicimos desde el corazón.
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Descubre a Les Amazones d’Afrique en cinco canciones
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En nuestro tercer y último día del Primavera, después de disfrutar de Les Amazones nos acercamos a ver, desde la distancia, a un curioso grupo alemán que desconocíamos:
Einstürzende Neubauten
Este grupo berlinés de los 80 resultó ser diferente. Se trataba de un grupo de músicos seniors con mucha personalidad y vestidos de forma sobria. Proponían una música pausada y oscura, ejecutada mediante una serie de instrumentos extraños, claramente diseñados por ellos. La primera impresión que tuve de ellos me trajo a la mente dos palabras: Gestalt y Stockhausen.
El cantante, Blixa Bargeld, vestido totalmente de negro, llevaba, en contraposición a su rictus serio y solemne, los párpados pintados con purpurina; además actuaba descalzo. Quique había leído un rato antes una curiosidad: Bargeld había sido hasta 2003 la mano derecha de Nick Cave, que iba a actuar a continuación en el escenario vecino.
Parece ser que este grupo alemán, cuyo nombre traducen como “edificios nuevos derrumbándose” pertenece a una corriente de los ochenta, el dadaísmo, que postulaba revolucionar la escena musical empleando sierras, palas, taladros y otras herramientas reconvertidas por ellos en instrumentos musicales. A esta banda se la considera uno de los máximos exponentes de la “música experimental”
En un momento de la actuación, Bargeld explicaba el proceso creativo que utilizaban: se encerraban durante días en una especie de sótano de techo de madera, de forma aleatoria se extraía trece cartas de una baraja con seiscientas. En las cartas había palabras, imágenes, frases,… Recuerdo que Bargeld comentó que la siguiente canción que iban a tocar se había inspirado en elefante, meteorito, naranja, polvo estelar y varias cosas más que he olvidado. A continuación creaban un fragmento musical inspirado en cada carta. Después se aglutinaban todos los fragmentos dando lugar a una canción que, por tanto, contaba una historia a partir de esos elementos tan dispares. Fascinante.
En una entrevista, Bargeld afirmaba: “Ya no existe la música experimental en el sentido más puro de la palabra. Si tienes una serie de instrumentos o materiales que ya sabes cómo suenan y te dedicas a hacer cosas con ellos, eso no tiene nada de experimental. Si golpeo un metal que ya conozco, en condiciones que te resultan familiares, y luego utilizo ese sonido, el resultado no es experimental”
Podéis descubrir a este singular personaje en esta entrevista y escuchar su interesante música aquí
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La Pulponeta
El primer día del Primavera, tras una exhaustiva búsqueda habíamos descubierto en el rincón más escondido del recinto una zona algo menos masificada; una especie de isla para náufragos en medio del caótico mar de gente. Allí, una de las foodtruck, “La Pulponeta”, ofrecía dos tipos de brioches (uno de calamares y uno de pulpo) que eran justo lo que necesitábamos para nuestras cenas festivaleras. Repetimos cena los tres días. Lo llevaba una chica, Leo, que simpatizó con nosotros desde el primer momento. En los treinta segundos de interacción que nos permitía la cola de gente a nuestras espaldas, nos hacía preguntas acerca de quién tocaba cada noche en el escenario más cercano a su furgo.
La segunda noche nos confesó que había salido pitando en cuanto oyó los primeros acordes del “Looser” de Beck. Me pareció tremendamente gracioso imaginar a esa chica pequeña y delgadita, de enormes ojos azules, quitarse cofia y delantal y correr como una posesa para darlo todo, a cincuenta mil personas de distancia del escenario, para luego volver jadeante a seguir trabajando el resto de la noche.
Aquella noche nos habíamos quedado sin cenar hasta las tantas por no perdernos a The National. Cuando por fin llegamos a la “Pulponeta”, Leo nos riñó porque ya no le quedaban brioches de pulpo. Era nuestra segunda noche y seguíamos sin probar su bocata referencia. Así que recogimos nuestros bocadillitos de calamares y le prometimos volver al día siguiente más pronto para, esta vez sí, catar el bocata que daba nombre a su foodtruck.
Esta última tarde en el Primavera fuimos a cenar pronto, poco antes de las nueve, ya que pensábamos encadenar conciertos sin descanso hasta las tres de la mañana.
Cuando le contamos los conciertos previstos, nos adelantó que saldría a bailar alguna de Gorillaz (“Clint Eastwood” sin duda). Apenas nos habíamos alejado unos metros con los bocatas en la mano, cuando nos llamó de nuevo: “¡Chicos!” y a continuación nos dirigió un enigmático “Pasaros a verme a partir de las doce”. Le sonreímos y tampoco nos comprometimos en firme, porque aún no habíamos tomado la decisión más importante de la noche: si íbamos al mismo concierto o si nos separábamos hasta las dos de la mañana.
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DIIV, Gorillaz y los Idles
El único “conflicto” de programa que tuvimos se produjo esta última noche. De doce a dos coincidían tres grupos que considerábamos innegociables. Me apetecía mucho el directo de Gorillaz, que para Quique era fundamental. De la misma forma, el grupo prioritario para mí era Idles. Por si fuera poco, yo seguía desde hacía mucho a DIIV y me habría encantado verlos. Renunciar a DIIV fue la parte fácil: tenía entradas para verlos en Valencia cuarenta y ocho horas después.
Hago un fugaz viaje en el tiempo y os cuento esto.
DIIV
El Domingo por la tarde volvimos a Valencia, y al día siguiente yo tenía una cita con los DIIV. Pese a que esperaba verlos en el Primavera, cuando salió anunciado su concierto en el 16 Toneladas, no dudé ni un segundo en conseguir una entrada. Por una parte porque no tiene nada que ver la actuación de un grupo en un festival con el regalo de verlos en una sala pequeña y por otra porque soy el tipo de persona que disfruta comiendo dos días seguidos en un tailandés.
Como me comentó aquel día Javi, el novio de Nerea, en Valencia tenemos de vez en cuando la suerte de que grupos de prestigio internacional hagan una escala entre grandes ciudades y nos regalen un bolo entre semana.
Para mí es un privilegio disfrutar la música en salas pequeñas. Ver a los artistas delante de ti y poder cantar con ellos mientras se mantiene el contacto visual es algo que no tiene precio.
Los DIIV lo dieron todo, arropados por el calor de un público que les seguíamos desde hace mucho y que participábamos de cada una de sus melodías. Tras el concierto salieron a hablar con nosotrxs y no dejaron de hacerse fotos y firmar vinilos.
Comento aquí este concierto, fuera del tiempo y del espacio de las otras crónicas, porque en mis recuerdos pertenece al Primavera. Para mí fue una especie de segundo “bis” inesperado de los que te hacen al final de algunos conciertos cuando ya pensabas que se había acabado de verdad.
Viajo en el tiempo de vuelta al Primavera, pero si te apetece oír a los DIIV pulsa aquí
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Gorillaz
Quique tenía súper claro que iba a intentar ubicarse en primera fila de Gorillaz. De esta forma, vería primero a Nick Cave desde el lateral, algo lejos, aunque con el soporte de la pantalla y escuchándolo en buenas condiciones; y cuando empezara Gorillaz, estaría en una situación óptima.
Para mí el conflicto era mayor. Los Idles eran uno de mis grupos fundamentales pero guardaba un mal recuerdo de su concierto del BBK en 2019. Allí había ido con tiempo y me había puesto centrado y como en décima fila. Pensaba, iluso de mí, que iba a poder disfrutar del concierto. En cuanto empezó, los pogos que se montaron fueron tan bestias que me tuve que retirar bastantes metros hacia detrás, y me quedó una sensación un poco agridulce. Fue un gatillazo de concierto.
Mi duda era: ¿Apostaba por lo seguro, Gorillaz, tranquilo, en primera fila sin pogos y con Quique o bien me arriesgaba a un nuevo concierto fallido con Idles?
Imagino que intenté durante bastante rato racionalizar mi decisión porque reconozco que tenía miedo “escénico”, pero en el fondo sabía que iría a ver a los Idles con toda seguridad; simplemente porque los amo.
Con nuestros caminos elegidos, nos deseamos suerte y nos separamos.
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Después de los conciertos de Gorillaz y de Idles habíamos quedado en otro escenario para ver Shame. Cuando nos juntamos, Quique estaba muy contento, pero no satisfecho por completo. Había llegado dos horas antes y había logrado situarse delante del todo. Desde allí había disfrutado de Nick Cave, que le encantó. Cuando empezó Gorillaz su situación era inmejorable; no solo iba a disfrutar de su música sino que además estaba en disposición de hacer buenas fotos con su cámara; pero entonces la seguridad privada de Gorillaz le dijo que no podía hacer fotos, ni siquiera con el móvil. Es frustrante que renuncies a mucho para estar en esa primera fila y te impidan hacer fotos a ti, pero obviamente no a los que están tres filas más atrás (porque no pueden evitar que cuarenta mil personas usen su móvil). Me parece profundamente injusto. Además, y frente a todo pronóstico, se produjeron un montón de pogos.
Según me comentó después, pese a todo, el espectáculo musical y visual le pareció magnífico.
Una pequeña muestra de su música
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La gran duda
Una vez había optado por ver a los Idles, la gran duda era dónde me situaba: delante prometía ser una batalla campal; sin embargo, detrás podía ser relativamente tranquilo. Tenía un par de horas para pensármelo.
Aproveché ese rato para ver un escenario distinto, alejado de la zona principal y un estilo diferente, el rap de Slowthai. No me gustó nada y no tardé mucho en volver y sentarme en el césped un buen rato, disfrutando desde lejos y gracias a la pantalla gigante, del concierto de Nick Cave.
Cave me sorprendió gratamente: es un animal de escenario.
El tiempo pasaba y decidí llegar con tiempo al escenario donde tocarían los Idles porque no quería arriesgarme a quedar mal ubicado. En ese momento yo estaba convencido de que quedarme de mitad hacia detrás de pista era la decisión correcta.
Creo que la culpa la tuvieron en parte las pruebas de sonido, pero sobre todo el letrero gigante de “IDLES” en lo alto del escenario. Simplemente no pude rechazar esa invitación. Tuve esa sensación de cuando acabas de conocer a alguien y sabes que va a poner tu vida patas arriba: de inmediato ves con claridad que no vas a elegir lo sensato y que necesitas jugártela, porque si sale bien puede ser épico. Esos momentos vitales son puntos de no retorno.
Quique tiene una teoría sobre los pogos: piensa que hay un “triángulo de las Bermudas” que va desde el escenario hacia atrás y que si te sitúas dentro, de forma inevitable, acabas siendo engullido por un pogo. Esto implica que en un grupo como los Idles, estar en el centro y delante es una locura.
Sin embargo, si te sitúas delante pero desplazado un poco hacia el lateral, aunque te van a machacar seguro, tal vez sobrevivas a casi todo el concierto. Además, si te arrimas mucho a la primera fila, el efecto es de aplastamiento pero algo más llevadero.
Me aferré a este mantra y me situé a la izquierda y en tercera fila. Estuve sentado con máxima concentración; meditando durante unos cuarenta y cinco minutos. Hasta que comenzó el espectáculo. Hasta que empezó uno de los mejores conciertos de mi vida.
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Quienes son los Idles y por qué los amo
Amo a los Idles porque me encantan su música y su compromiso social.
A esta banda de Bristol se la ha calificado de Post Punk desde los medios, pero ellos reniegan de esa etiqueta. De hecho, Joe Talbot, el cantante, ha dicho en varias entrevistas que ellos vienen del Hip Hop: creció y escribe pensando en clave de Hip Hop. Bowen, uno de los guitarristas, irlandés y cofundador con Talbot del grupo, insiste en que la línea base del bajo, los “hooks” de guitarra, la forma de cantar y el flow general de la banda es más Hip Hop que Punk. A nivel personal, puedo ver esta influencia en sus dos últimos álbumes, pero me cuesta mucho encontrarla en trabajos previos.
Cuando le preguntaron a Talbot si se consideraban influenciados por The Clash, Talbot contó que “Joe Strummer (The Clash) vivió en Newport (Gales) durante cierto tiempo…”, lugar de nacimiento de Talbot antes de mudarse a Bristol “… Strummer no era amigo directo de mi padre pero sí tuvo amigos en común con él”. Talbot afirmaba en la entrevista que “Probablemente, toda banda subversiva tiene cierta influencia de los Clash, porque ellos tuvieron el coraje de romper las ataduras y derribar las normas, eso es algo que no puedes ignorar y tú formas parte de esa herencia, te guste o no”, para a continuación admitir que “somos una banda subversiva que desagrada de forma profunda a nuestro gobierno conservador”, Talbot afirmaba que “somos de izquierdas, de hecho muy de izquierdas en comparación con lo que hay hoy en día. Queremos cambiar las cosas y nuestra herramienta para ello es la música”
En diversos conciertos Talbot ha manifestado que son feministas y antifascistas.
Esta línea de pensamiento queda patente en la mayorías de sus letras, donde apoyan a los inmigrantes (Danny Nedelko) o la lucha feminista (Samaritans) por citar dos ejemplos. También tienen otras letras y canciones de temáticas muy diferentes. Me emociona muchísimo escuchar «June», dedicada a la hija de Talbot, muerta antes de nacer. El estribillo final es espeluznante.
Mientras terminaban de realizar las pruebas de sonido yo permanecía sentado en el suelo, con las piernas en parte cruzadas pero tratando de ocupar el suficiente espacio que impidiera colarse a nadie. En todos estos conciertos siempre ocurre algo parecido: unos treinta minutos antes de que comience, la gente que va llegando hace que los de delante empiecen a mirar de reojo y a tratar de “hacerse más grandes” para ocupar más espacio. Normalmente, pocos minutos después, alguien se levanta para asegurar el sitio y eso produce un curioso efecto dominó: todo el mundo se incorpora en perfecta coreografía al tiempo que se compacta con los de delante. Tienes que estar súper atento porque ahí se definen las posiciones del concierto. Si te despistas y se cuela alguien que acaba de llegar, tu cara de tonto es proporcional al rato de espera que llevas. Hay una ley no escrita que dice que, además, el que se te cuela suele ser el tipo más alto de todo el festival y, por si fuera poco, suele tener una frondosa melena rizada que te impedirá ver todo el concierto.
De esta forma, los minutos finales de espera antes de que salgan los músicos parecen horas. Son instantes eternos de calor, contacto, olor a tabaco e incertidumbre.
Días después del concierto he escuchado en alguna entrevista reciente como Bowen comenta que está obsesionado por lograr efectos diferentes con su guitarra; experimenta sin cesar, empleando todo tipo de soporte electrónico. Reconoce que a veces tocan la guitarra mal adrede para crear sonidos distorsionados distintos. En esa misma línea, Talbot recuerda que cuando empezaron hace trece años, todos tenían otros trabajos, pese a lo cual quedaban cuatro días por semana dedicando al menos veinte horas para ensayar. Ahora que trabaja en esto, dice sentirse muy agradecido por tener un público leal y que eso les obliga a dar lo mejor de ellos y a exigirse innovar de forma constante. Se niegan a repetir siempre lo mismo.
Faltan apenas unos minutos para que salgan cuando me doy cuenta de que tras varios días frente a grupos icónicos, solo soy consciente de haber sentido nerviosismo previo al inicio en dos: Les Savy Fav y este.
En ese momento se produce un alboroto que va en aumento hasta que un estallido de aplausos y silbidos de júbilo anuncia la salida de los Idles. En ese instante se me eriza el vello de todo el cuerpo y me olvido de cualquier incomodidad sufrida.
Talbot empieza a hacer una serie de estiramientos. Beavis comienza a percutir con los palillos contra el borde de la batería, marcando un ritmo pausado y agudo. Adam Devonshire se ajusta la cinta arcoíris del bajo y empieza a pellizcar las cuerdas, una sola nota grave repetida con cadencia contenida. En ese momento, Mark Bowen, que lleva un vestido de mujer que contrasta con sus zapatos negros y su poblada barba, ajusta el ampli, se ciñe la guitarra y hace un punteo frenético y distorsionado mientras se agacha y gira sobre sí mismo. De repente se detiene y permanece en espera, al igual que Lee Kiernan, el otro guitarrista. La batería sigue marcando un ritmo lento. El bajo sigue con la misma nota y cadencia; son campanadas. Talbot da la espalda al público y bebe algo. Lleva un vendaje en la mano izquierda. Coge el micro con la otra. En ese instante el público improvisa coreando a voz en grito un cántico repetitivo, siguiendo el ritmo del bajo. Talbot les mira y da unos saltos en el sitio a modo de calentamiento. Entonces adopta esa pose tan característica suya en los directos: se dobla por la cintura, medio de espaldas al público, se lleva una mano a la espalda y con la otra se arrima el micro a la boca. Empieza a cantar con voz grave, casi a capella, una versión enlentecida de “Colossus”.
“…Forgive me father, I have sinned
I’ve drained my body full of pins…
…Full of pins, full of pins”
El público se entrega coreando junto a él cada palabra, abrazando en sus gargantas cada frase, sumiéndose en una especie de trance colectivo, una letanía susurrada por la calma que precede a la tormenta.
“…Goes and it goes and it goes
Goes and it goes and it goes…”
Entonces, la batería despierta, y resuena un tam tam que invoca a la guerra; las guitarras chillan, gritan y lloran mientras la gente empieza a saltar. A partir de ese instante todo se acelera, todo suena más intenso, la gente brinca levantando manos abiertas y puños cerrados hacia el cielo, rezando la canción a través de miles de gargantas. No es que formen pogos sino que el concierto entero es un inmenso pogo y entonces … se detiene todo. Silencio absoluto.
Esta canción tiene una parada momentánea antes de los versos finales. Normalmente se detiene escasos segundos justo antes de liberar un final rabioso y salvaje. Pero Talbot retiene y alarga ese momento. Espera varios segundos y, por fin, grita: “Holaaaa!! Split the crowd into two!! Mientras señala el centro de la pista, abarrotado por miles de personas y hace gestos separando las manos. Al principio la gente no parece entender lo que quiere. Lo repite. Quiere que se parta la pista en dos mitades, como un Moisés ante el Mar Rojo* para que cuando suene el final de la canción a todo ritmo, ambas partes colisionen en lo que podríamos llamar “la madre de todos los pogos”. Y todavía estamos en la primera canción.
En el concierto “Live at the Bataclan” (está en Spotify) Talbot dice en este momento: “Construimos este álbum y este tour con amor y compasión, sea lo que sea que hagáis esta noche, si estáis en esta multitud tenéis que cuidar unos de otros y respetar a los demás. Demostrad a los demás amor y lo mucho que amáis la música en directo, no la agresividad, sino el amor y la compasión”
Pero aquí solo añade : “Are you ready to collide to? Are you ready to take care each other? Ha pasado más de un minuto desde que detuvo la canción y, ahora sí, se desencadena el final frenético tan esperado; y se desata la locura.
Puedes ver este momento y el concierto entero a través del enlace que dejo al final (página oficial del Primavera en YouTube). Pero te aseguro que no se trata de verlo, sino de vivirlo.
Llega un momento en la vida en el que tienes que decidir si has venido a ser un mero espectador o quieres ser protagonista. En realidad, sin yo saberlo, había respondido a esta pregunta existencial en el preciso instante en que elegí situarme en las primeras filas aceptando que me vapulearan. Lo curioso es que en ese momento final de la canción, cuando se desata ese final salvaje, me doy cuenta de que todo va a salir redondo y siento una profunda calma interior. Entiendo que este concierto es una liturgia que solo puede ser vivida con plenitud si participas de ella. Al comprenderlo me siento fuerte y sin miedo de ser arrastrado por la marea; como cuando decides coger las riendas de tu vida. En ese momento me embarga una profunda sensación interior de realización y siento un estado de felicidad plena durante el resto del concierto. De repente soy capaz de disfrutar de todo, incluso de las personas que van surfeando por encima de mi cabeza, a las que ayudo a seguir en su camino y evitar que se despeñen.
El concierto tiene muchos más detalles, pero solo comentaré una cosa más:
Talbot en un momento dado se dirige al público y dice: “Hace diez años yo estaba ahí mismo, entre vosotros”. El vocalista ha comentado en varias ocasiones que el Primavera es su festival favorito y que cuando tocaron por primera vez hace años, fue un punto de inflexión para la banda. Percibo la entrega total de los Idles hacia nosotrxs, su público, y viceversa. Se produce una comunión mágica y durante una hora, somos unx. Esta es, para mí, la magia de la música: es capaz de crear un vínculo profundo entre desconocidos a través de la emoción.
Personalmente, me encantan los guitarristas, Bowen y Kiernan. Son brutales. Además tienen una performance que me parece fascinante.
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* (la metáfora me la regaló Quique cuando le conté este momento)
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El concierto entero en YouTube
Si has leído hasta aquí tal vez te apetezca escucharlos en esta lista
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Shame
Al principio del festival le dije a Quique que las actuaciones más bestias del festival iban a ser Les Savy Fav y Shame. A Shame los había visto en el BBK del 19 cerrando la última noche, después de los Strokes. Yo arrastraba (nunca mejor dicho) una fascitis plantar que me estaba mortificando. Es decir, se daban todos los ingredientes para que no me gustaran y, sin embargo, me encantaron. Me pareció un directo fresco, intenso y con un bajista loco que rompió la bandolera del bajo varias veces y siguió tocando estilo Camarón como si nada; que se subía a la batería y se lanzaba en voltereta al suelo, con el bajo abrazado, y al levantarse seguía tocando; recorría doscientas veces el escenario de un lado a otro como un pollo sin cabeza transmitiendo el frenesí de la posesión musical.
Con este antecedente esperaba un gran directo.
Nuevamente volvían a cerrar el festival. Tocaban de dos a tres, y lo que es peor, después de los Idles. Es decir, que quienes fuimos a verlos ya nos habíamos dejado el resto en Gorillaz, Idles o DIIV. Quizás fuera ese el motivo o tal vez se tratara de que ellos no habían evolucionado desde que los vi; o simplemente no estuvieron brillantes, junto a que mis expectativas fueran excesivas o mi percepción estuviera nublada porque lo vivido en Idles me parecía insuperable y nada podía despertarme de ese estado extático.
Sea como fuera, la realidad es que esperaba más de su directo. Y esto no evitó que les bailara cada canción y con toda la energía que me quedaba. De hecho, puede que fuera el concierto que más bailé de todo el festival, precisamente porque estaba en ese punto de plenitud desinhibida en la que podía bailar infatigablemente lo que me echaran. Imagino que la gente toma sustancias buscando este tipo de estados. Yo descubrí hace muchos años que mi droga es la música.
El cantante se entregó a la multitud, con su crowdsurfing habitual, el bajista hizo su espectáculo de saltos, carreras y piruetas; pero por un momento me dio la sensación que no lo hacía como expresión emocional sino que era la actuación, el papel, que se esperaba de él. El caso es que no me emocionaron como en el BBK. Quizás fui yo; tal vez fuimos ambos.
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Puedes escuchar a Shame aquí
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El final
Acabó Shame y con ellos nuestro festival. Estábamos empapados en sudor y le propuse a Quique ir a comprar una camiseta: en parte para llevarnos un recuerdo, en parte para evitar la neumonía. En todos los días previos no habíamos visto ninguna que nos llamara demasiado, pero esa tarde me había tropezado con una de Gorillaz muy interesante.
Llegamos al puesto de camisetas y pregunté qué les quedaba de mi talla. Había una de “The Jesus and Mary Chain” que me gustaba. En realidad se parecía mucho a una típica de The Cure (grupo que adoro). Puesto que había estado hace años en dos conciertos de los Jesus, me sentí moralmente autorizado para vestirla. Quique se llevó la de Gorillaz.
Eran ya las tres y media cuando se nos ocurrió ir a despedirnos a la Pulponeta; si todavía estaba.
Cuando Leo nos vio llegar leí en sus ojos sorpresa. Sin duda ya no esperaba que pasáramos a visitarla. Le pidió a un compañero que la sustituyera y saco una botella de licor de café. Nos sirvió unos chupitos y nos contó que desde las doce ya era 5 de Junio y por tanto, su cumple. Brindamos a su salud y estuvimos hablando un rato. Nos contó que era extremeña, que había vivido en Mahón durante ocho años y que sus calas preferidas eran las de Tortuga, Presili y Sa Mesquida; nos confesó que a menudo cogía su furgo y se bajaba a Cabo de Gata o a donde quiera que pudiera perderse del mundo, para intentar encontrarse. Apenas hablamos mucho más ya que ella tenía que seguir currando y nosotros estábamos en el tiempo de descuento; el Primavera se había terminado para nosotros y al día siguiente teníamos que irnos.
Y al día siguiente, nos fuimos.
