No es cierto que el miedo sea ilimitado. Cuando te rompen, por dentro, en lo más profundo, los temores mueren. Si te quedas inmóvil, te desvaneces. Pero si cruzas la línea, entonces, eres invulnerable.
“Apagaste la calidez de mi mirada con tus gélidos insultos. Despreciaste la suavidad de mi piel con la aspereza de tus golpes. Sofocaste mis ilusiones con la mordaza del pánico. Hoy te digo que, en mí, ya sólo puedes encontrar la frialdad del acero.”